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Las informaciones dadas a conocer el lunes pasado acerca del crecimiento del PIB en China serían como música en los oídos de cualquier funcionario gubernamental en países como la RD, donde poder exhibir una tasa de crecimiento real del 7.7% sería un logro digno de ser celebrado, comentado y vuelto a festejar.
Los chinos, sin embargo, están preocupados. Estuvieron a punto de tener su menor expansión económica desde hace catorce años, luego de casi tres décadas durante las cuales un crecimiento de dos dígitos no era nada inusual. Y, peor aún, al contrario que en la RD donde el último trimestre del 2013 fue el mejor de todos, las cifras de China muestran que las nuevas inversiones en maquinarias y equipos se debilitaron en el curso de esos tres meses.
Los economistas suelen calcular cuál es la tasa de crecimiento potencial de una economía, consistente con sus disponibilidades de recursos. Pero las políticas gubernamentales en economías dirigidas pueden hacer que esa tasa se supere, aunque ello no sea sustentable o implique grandes costos sociales. El crecimiento chino ha descansado sobre inversiones masivas en infraestructura e instalaciones fabriles, una moneda controlada y artificialmente subvalorada, un enorme superávit de comercio exterior, la acumulación de inmensas reservas en monedas extranjeras, y un deterioro alarmante en el medio ambiente. En ese proceso, los gobiernos provinciales y municipales han contraído una deuda equivalente a tres millones de millones de dólares.
Ha llegado la hora de modificar el esquema, depender menos de las exportaciones, liberalizar el mercado financiero y moderar los costos ambientales. La transición implicará un menor crecimiento, pero es improbable que las autoridades, temerosas al descontento popular, hagan cambios que lo arrastren por debajo del 7%, cifra ésta que para el gobierno se ha convertido en una frontera que no se debe cruzar.
via:www.diariolibre.com.do
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